sábado, 19 de mayo de 2012

CAPÍTULO NÚMERO 44.

¡Hola guapuras! Lo sé lo sé, soy la peor, estuve casi un mes sin escribir y no tengo ninguna excusa que valga, todo es culpa de moi, lamento dejar todo como en plop, pero lo bueno es que he vuelto, estos días me sirvieron mucho, quizás algunos cambios, espero que todo les guste, no olviden comentar el capítulo o mandarme una mención en @feelingsofree para saber que leíste el capítulo, las amo, gracias por la paciencia, son las mejores.


44.

Tomé las llaves de la casa y la abrí con mis manos temblorosas, 'Todo estará bien solo es un fin de semana' repetí en mi cabeza, al abro la puerta y encuentro todo como lo vi hace ya varios años, giro en mi sitio para ver que todo seguía en su puesto, es así era. La nostalgia se apoderó de mi, pero me prometí no más lágrimas, así que seguí caminano, puse el cerrojo y subo las escaleras con mi pequeña maleta, abro las puertas con cuidado, sábanas cubrían algunos muebles para que el polvo no los acabara, me imagino.
Mamá me dijo que vendríamos más seguido a esta casa, eso lo dijo hace 3 años, desde hace 3 años no venía. Revisé los cuartos, menos el del final del pasillo, no creo que fuera capaz de soportarlo.
Busqué en las viejas estanterías sábanas y juegos de cama, tendí una de las camas, la cama que antes era mía ya era muy pequeña y mis piernas sobresalían de ella, así que tomé la habitación de invitados, no me molesté a ir a la cocina, sabía que estaría más vacía que el corazón de Snow, de todas formas no quería salir de esta casa y aquí en New Jersey no conocía ningún súpermercado, quizá sobreviviría dos día sin comer, o quizá no, bueno eso era un problema mínimo comparado con los que se me avecinaban el lunes, sacudí la cabeza, así quizás se iban mis pensamientos más rápido, intento fallido, ahí seguían, la imagen de Nick corriendo como si fuera perseguido por alguna mutación o algo así, pero no me alcanzó, por suerte, no sabría que decirle. Maldita costumbre la mía de escapar ¿Por qué siempre tengo que escapar? ¿Por qué? Quisera comprenderme, pero no lo logro. Mi estómago comenzaba a hacer sonidos extraños, no presté atención, fui directamente a la biblioteca, sonreí al recordar exactamente a mi abuelo diciendo: 'En esta casa no vamos a volvernos como las otras familias, nada de computadores, ni de grabadoras, ni manzanas mordidas', por tanto había una habitación llena de libros, una capa gruesa de polvo en cada uno, creí que alguien venía a limpiar esta casa, pero al parecer no. Recorrí con mi dedo los gigantescos muebles, al mirarlo estaba negro, tomé uno aleatoriamente 'La casa en la playa', nunca lo había leído, pero, ¿por qué no leerlo ahora?
Abrí la páginas y comencé a leer, descubrí que ya era de noche pues mis ojos se esforzaban para leer, genial, este día pasó muy rápido, supongo que los próximos días serán iguales, me puse mi piyama y me envolví en las cobijas, no duré ni 5 minutos así, el calor que sentía debía ser igual o peor que el del desirto del Sahara, y como mi abuelo era medio loco nunca puso ni aire acondicionado ni ventilador, no había más opción que aguantar, logré dormir, solo unas horas, tenía tanta hambre, cuando abrieran las tiendas iría por algo de comer.

Después de vestirme tomé las llaves y partí en busca de comida, encontré un mercado pequeño, pero servía, muy pocos negocios eran abiertos los sábados, tomé casi lo necesario, no iba a quedarme mucho, prometí a Luciana que era solo un fin de semana, ella no tiene idea de donde estoy, nadie sabe de hecho, esta casa la compró mi abuelo pero al la abuela morir volvió a Italia, ahora no sale de allá, ninguno sabe de esta casa, mi familia, quizás Joe sabrá pero no creo que lo recuerde, estaba tan perdida en mis pensamientos que estrellé con el carrito a alguien, un chico, ojos castaño y color café chocolate, oh no, por qué estaba Liam aquí.
-Lo siento- pasé adelante para ver si todo estaba bien, el seguía sin verme, mientras sacudía sus pantalones.
-Tranquila la culpa es...¿Isabella? ¿Qué haces aquí?
-Estaba a punto de preguntarte lo mismo.
-¿Qué tal? Wow, cuanto tiempo...-dijo suprimiendo su sonrisa.
-Je, si, bueno...- dudé, como siempre mi gran bocota intervino antes de que las ideas pasaran por mi cabeza- Estoy quedándome aquí, solo el fin de semana.
-Oh, genial, se me había hecho raro sabiendo que vives en el mejor barrio de Nueva York- dijo.
-Yo creí que vivías en el centro, cerca del Café- cambié el tema.
-De hecho si vivo allá, es solo que aquí todo es más económico, y pues, nos conviene- la conversación estaba tornándose incómoda, pero mi boca no se quedó callada y hablo de nuevo- ¿Quisieras venir a mi apartamento hoy?, miró para ambos lados, imagino que en busca de Nick, miró mi carro y luego mis ojos, sonrió de la manera en que solo Liam Payne puede sonreir.
-¿Por qué no?
-Vamos- sonreí y pasé mi brazo por sus hombros, la posición hizo reir a más de uno, esta pulga con el brazo encima de ese gigante, terminamos riéndonos nosotros, como si nada hubiera pasado, como si nuestra amistad siguiera intacta, y aquí estoy de nuevo yo agradeciéndole quizá a una fuerza mayor, o simplemente al karma, o más bien la suerte que parecía que estaba de mi parte.
Me abrió la puerta del copiloto, iba a conducir, quiero decir ¿Qué nos podría pasar?
-¿Tus papás saben que estás aquí en NJ?
-Si, mi mamá que de seguro ya le ha contado a mi papá- dije mirando a la ventana.
-¿Te molesta que te haga otra pregunta? -La timidez de apoderaba de su voz.
-Claro, no hay problema Liam.
-¿Nick?
-¿Ah?- Volteo a mirarlo confundida, el dijo que me iba a preguntar algo pero lo único que entendí fue el nombre del chico de se robaba mis suspiros, no importaba cuantas veces quisiera tirarlo por la ventana. Hablamos todo el camino, no respondí su pregunta o lo que sea que haya interrogado.

-Y pués esta es la casa. Dejé las llaves en mesa de entrada, no tenía la energía suficiente como para quitar la sábanas que protegían los muebles.
-¿Es de tus padres?- recorrió la sala en circulos, lentamente para mirar los detalles, cada uno decorados por mi abuela, que siempre dijo no a vivir en la capital, y tenía cierta razón, Nueva York era magníficamente caótica.
-No, era de mis abuelos.
-Oh losiento Is.
-Oh no, mi abuelo vive, está en Italia, mi abuela la perdí hace 2 años- mis ojos se critalizaban, aún después de dos años recordar lo mucho que la extrañaba me daba ganar de llorar.
-Ven, me rodeó en sus brazos, de seguro era un gran mujer así como tú. Escondí mi cabeza en su pecho, sus brazos me rodeaban de una forma tan tranquila que me calmé con rapidez.
-Está llena de tela y polvo, lo siento, pero no tenía más lugar para escapar- maldecí en mi interior por dejar escapar algunas verdades.
-¿Escapar?- repitió confundido.
-Larga historia- suspiré sin muchas ganas.
-Podrías contármela mientras vamos a un lugar cercano que conozca y hacemos un picknik ¿Te apuntas?- dude por una milésima de segundo.
-¿Por qué no?- se carcajeó al ver como lo imitaba.
-Dejé las bolsas en el carro así que sobreviremos con eso.
-De acuerdo- le pasé las llaves, no tenga ánimos de ponerme a manejar, unos 20 minutos pasaron mientras escuchabamos música, llegamos a una playa, nada del otro mundo.
-No es nada del otro mundo- sonreí, fue como si Liam hubiera leído mi mente.
-No, es lo que necesito, tranquilidad- y eso me brindaba esta playa, tenía un pequeño saco pués este parte de la ciudad estaba nublada y con viento fuerte, tomamos las bolsas, algunos snacks y bebidas, todo muy informal, esperaba que Liam no me preguntara la razón por la cual estoy aquí, pero fue como si de nuevo hubiera leído mi mente.
-Puedes comenzar tu historia cuando quieras...
-Y si no quiero- lo reto.
-Te boto al agua- Y pués me puso entre la espada y la pared, ¿Qué ganaba o que perdía si le decía? Le conté mis razones, la versión reducida claro.
-Debiste haberle dicho a Nicholas- lo fulminé con la mirada porque odiaba que él tuviera la razón el solo levantó los hombros, y seguimos hablando, entre risas y locuras llegó la noche, el frío comenzaba a apoderarse, un pequeño short,una blusa de tiras y ese trozo de saco era lo único que me acompañaba, bastó conque mis dientes castañearan una vez para que Liam me pusiera en su pecha, rodeandome para darme calor, el cambio de temperatura fue casi inmediato, como era de increíble encontrar amigos como el, entramos al carro, al llegar el se negó a llevarse mi carro a la ciudad, se devolvió en metro, al cual yo nunca he subido.
Esa noche dormí magnífico, el día fue hermoso, pero extraño estar al lado de lo más hermoso, y ustedes saben a quien me refiero.

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